sábado, 22 de noviembre de 2008

la ciudad y la memoria, la ciudad y los signos, la ciudad y el deseo, ya lo contó Italo Calvino, o mejor dicho, lo contaba Kublai Kan y Marco Polo lo verificaba, si estas ciudades existian o eran parte de la memoria disparatada del emperador tartaro.
Resvalo en la esquina que me lleva al deseo, soportando el resfrio y su manera aguosa de hostigar mi nariz.
Me la imaginaba a Berlin mal peinada, elegante, seria, melancolica, sucia, mutilada, sensual. Ahora me pierdo en ella queriendo descubir todas esas cosas. Pero en mi cabeza tiene una forma distorsionada, aquella deformidad de la memoria. Berlin ahora es lo que sus calles me murmuran, lo que me dicen a veces gritandome a veces susurrandome. Intento a cada rato descubir ese misterio.
Sigo volando sobre los pedales de mi bicicleta, rascando el hielo del pavimento, sintiendo el murmullo de las calles quejandose de mi, y les respondo, hostilmente le grito, diciendo: yo aqui vine, aqui me quedo.

1 comentario:

C de Barcelona dijo...

"sintiendo el murmullo de las calles quejandose de mi, y les respondo, hostilmente le grito, diciendo: yo aqui vine, aqui me quedo." Porque a las ciudades hay que lucharlas a veces y ganárselas siempre, para quedarse.