martes, 10 de marzo de 2009

Ir y volver

Salí al balcón a colgar la ropa…y en los pulóveres vi las caras de mis hermanas, en los jeans vi el pasto de la vía y en la camisa, luz amarilla del plata.
Los recuerdo a todos parados en el jardín de enfrente de casa, doblé la esquina en el remís con la mano levantada. En el aeropuerto me despedí del remisero y le dije “a usted es al último que saludo”, “buen viaje” me respondió. Llegué a Madrid el domingo a las 7 de la mañana, de noche. Salí a la ciudad porque tenía seis horas entre un vuelo y el otro; me bajé en puerta del sol, estaba gris y lluvioso. Madrid estaba quieto, no había nadie en la calle, todos los negocios estaban cerrados. Un hombre me pidió dinero y le dije que no tenía...que venía de Argentina (soy una idiota pensé). Me fui a la Plaza Mayor y estuvo bueno porque había puestos de monedas antiguas, llaves, postales de colección, antigüedades entre otras cosas y me compré una llave vieja, dos estampillas, una hebilla de cinturón de militar y cuatro monedas: de Francia, Italia, peseta española, y de Portugal. La mayoría de los que compraban eran viejos con boina, coleccionistas. No sé pero me voy acordar de eso.
Después me fui a una cafetería y me senté junto a una ventana grande que daba a una callecita peatonal. Tengo todo dije: hace frío, llueve, café con leche, cigarrillos y un poco de sueño. Los futuros recuerdos, pensaba, son ahora todavía vivencias, me separan horas de los hechos…sé que poco a poco irán bajando.
Alguien me dijo: “no se puede estar en dos lugares al mismo tiempo.”