lunes, 11 de mayo de 2009

Sueño V

Estaba sentada en el sillón del comedor, me ponía de pie y salía a la calle. Algo extraño, presentía, iba a suceder. Me asomaba por la ventana del living, corría las cortinas y veía como unos nubarrones oscuros y densos pasaban a la altura de la casa. Me detenía a mirar uno en particular que se movía lento y muy cerca de la ventana; la nube parecía estar hecha de un fieltro negro con transparencias que por momentos reunían una forma y luego la perdían; por un momento se formó la imagen de una vaca con ojos grandes que se dibujó claramente con sus manchas blancas y negras en el lomo. El interior de estas nubes estaba hecho de un revuelto movimiento. Luego, salía a la calle y me paraba cerca de la vía a mirar el descampado que une Tapiales con Aldo Bonzi*. Mi hermana menor me alertaba de algo, me giraba a mirarla, volvía luego la vista hacia el descampado, hacia las vías, y veía una multitud, un ejército que se acercaba lento hacia mí. Si bien estaban lejos podía distinguir las caras y los cuerpos, había un hombre extremadamente alto a quien el sol le hacía brillar las mejillas, junto a él caminaba una niña que tenía la cabeza alargada. Los cuerpos poseían una deformidad que se sentía acechante, miraban fijo en un acercamiento lento.


*De chiquita creía que los pinos al otro lado del descampado, que se veían desde casa, era Chile.

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