viernes, 23 de enero de 2009

SUEÑO ROJO


Un día de verano, 10 años, en un parque acúatico, Silvina y yo. Los bañadores de la gente eran rojos, las sombrillas eran rojas, el agua de las piscinas era roja, el tobogán más alto también era rojo,  alto, empinado.

(...) voces, un perro ladra, mis manos son las de ahora en mi cuerpo de niña, barreno las olas en la playa bristol, unos turcos que juegan al dominó bajo un sol recalcitrante de Mar del Plata en Enero

 Silvina me miraba de abajo, yo solo podía ver sus gestos, animándome para que me tirase. Tenia dos opciones, tomar el coraje para deslizarme por ese tobogán acuático, al cual mi amiga le hacia tanto alarde desde abajo, o aceptar mi cobardía de ultimo momento y comenzar a bajar por la escalera, tan o más empinada que el tobogán. Para llegar al suelo debía atravesar por algunos de estos dos abismos: la escalera o el tobogán.

 Me arrojé hacia ese estrepitoso vació, así era como lo sentía, y el único motivo que me incitó a hacerlo era el deseo de abrazar a mi madre. El sol me pegaba fuertemente en la espalda, haciéndome arder los hombros que los tenía tan rojos como todo mi alrededor.  Es mi última oportunidad, pensé,   de  evitar un escándalo poniendo en evidencia  mi miedo paralizante.

  Desperté apenas, y a punto de deshacerse todas estas imágenes, con esfuerzo las retuve como quien da un manotazo en el aire queriendo retener el humo, no es imposible pero requiere de concentración

 Volví al viaje nocturno y terminé mi sueño, de la mejor manera, un sueño heroico. En la otra escena, ya estaba sintiendo como el agua me iba acariciando la cara, fue un instante el descenso, la sensación del agua  y yo resbalando sin pensar cuando iba a acabar.  

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